Además de las obras de creación literaria, o del Romancero, también aparece la historia de Bernardo en libros como el siguiente:

 

“Guía del Viajero en León y su provincia”
por D. Policarpo Mingote y Tarazona. León 1879

 

...habremos de ceñirnos a dar noticia de una joya poético-popular encarnada en el derruido castillo de Luna, donde Don García, después de vencido en Santarem por su hermano Sancho el Fuerte, estuvo aherrojado y murió. Nos referimos á la leyenda de Bernardo del Carpio el soñado héroe de Roncesvalles, vencedor de Carlo-magno.

Era el año 792. Ocupaba el trono de Asturias Alfonso II, hijo de Fruela, cuando segun refiere nuestro Romancero, hubo su hermana Jimena de enamorarse del conde de Saldaña, Don Sancho Díaz noble y distinguido caballero tan apuesto entre las damas como temible en el duelo á muerte librado constantemente contra los musulmanes. Un primo del rey, llamado Ordoño pretendió á Jimena seducido por la risueña esperanza de alzarse con el reino á la muerte de Alfonso II, pues que la castidad inquebrantable de este le privaba de sucesion; pero muy mal podía la infortunada Princesa acceder á las pretensiones del primo, cuando era Sancho Díaz el absoluto señor de su albedrío.

Creyendo ambos amantes que jamás el Rey consentiría semejante enlace, determinaron para su daño desposarse en secreto, como lo hicieron; viviendo desde entonces unidos ante Dios, y sin que pudieran comunicarse más que de noche, penetrando el de Saldaña furtivamente en el real palacio: así pasaron muchos dias, el cielo bendijo aquella union concediéndoles un hijo que se crió en un pueblo inmediato á la Corte. Todo era felicidad, todo sonreia en aquel pequeño paraiso de amor, cuando el vengativo Ordoño enterado de lo que sucede, encuentra al conde en la cámara de Jimena, que al ver á tan inesperado huésped cae desmayada. Marcha sin perder momento al cuarto del Monarca para referirle la escena que acababa de presenciar: Alfonso se resiste á creerlo, pero llégase á la habitacion de su hermana y halla á ésta todavía sin sentido en los brazos del conde. ¿Qué pasó all¡? Nadie logró saberlo. La desdichada Jimena se vió encerrada en un monasterio por toda la vida, y Sancho Díaz fue llevado preso al castillo de Luna donde le arrancaron los ojos empleando el médio bárbaro del fuego. Efímero fué el placer de Ordoño en su venganza, pues que segun la leyenda murió á manos del conde de Saldaña en singular combate acordado en la cámara misma de la infanta, en el momento de la fatal sorpresa.

Prohijó el rey al niño Bernardo, que así se llamaba el fruto de tan desdichados amores, y llevóle á palacio donde todos le creyeron bastardo de Alfonso II, al ver el esmero y regalo con que de órden suya se le criaba; llegando á ser con el tiempo el más gallardo mancebo de la Corte y el más formidable batallador en los combates. A los quince años, habia ya realizado tantas y tantas proezas, que su nombre, corriendo de boca en boca consiguió penetrar hasta el calabozo mismo del infeliz Conde de Saldaña, quien, juzgándose olvidado de su hijo, prorumpía en estas sentidas quejas, conservadas en nuestro Romancero:

Los años de mi prision
Tan aborrecida y larga,
Por momentos me lo dicen
Aquestas mis tristes canas.
Cuando entré en este castillo
Apenas entré con barbas,
Y agora por mis pecados
La veo crecida y blanca.
¿Qué descuido es este, hijo?
¿Cómo á voces no te llama
La sangre que tienes, mia
A socorrer donde falta?
Sin duda que te detiene
La que de tu madre alcanzas,
Que por ser de la del rey
Juzgarás mal de mi causa.
Todos tres sois mis contrarios,
Que á un desdichado no basta
Que sus contrarios lo sean,
Sinó sus propias entrañas.
Todos los que aquí me tienen
Me cuentan de, tus hazañas;
Si para tu padre no,
Dime ¿para quién las guardas?
Aquí estoy en estos hierros,
Y pues dellos no me sacas
Mal padre debo de ser,
O tú, mal hijo me faltas
Perdóname si te ofendo
Que descanso en las palabras,
Que yo como viejo, lloro,
Y tú como ausente, callas.

El hecho fué que algun tiempo despues, llegó Bernardo á tener conocimiento de su origen a la vez que la triste evidencia de los in de su padre. Y desde entonces no cesó de implorar del Rey la libertad del Conde de Saldaña sin que consiguiera otra cosa que ilusorias esperanzas, y la promesa, por último del anhelado perdon como premio de alguna accion heroica realizada en beneficio de la pátria. La ocasion no pudo presentarse más pronto. Penetra el Emperador Carlo-Magno en España como en son de conquista exigiendo, al parecer, el cumplimiento de la promesa que Alfonso II le hiciera de nombrarle su heredero; y hallándose el reino en peligro, encomienda el Rey á Bernardo la general salvacion, prometiédole que si derrota al nemigo, le satisfará cuanto desea. Oigamos de nuevo al Romancero

Con tres mil y más leoneses
Deja la ciudad Bernardo,
Que de la perdida Iberia
Fué milagroso restauro;
Aquella cuya muralla
Guarda y dilata en dos campos
El nombre y altas victorias
De aquel famoso Pelayo
Los labradores arrojan
De las manos los arados,
Las hoces, los azadones;
Los pastores los cayados;
Los jóvenes se alborozan,
Aliéntanse los ancianos,
Los inútiles se animan,
Fíngense fuertes los flacos.
Todos á Bernardo acuden,
Libertad apellidando,
Que el interno yugo temen,
Con que los amaga el Galo.
Libres, gritaban, nacimos,
Y á nuestro rey soberano
Pagamos lo que debemos
Por el divino mandato.
No permita Dios, ni ordene
Que á los decretos de estraños
Obliguemos nuestros hijos,
Gloria de nuestros pasados:
No están tan flacos los pechos
Ni tan sin vigor los brazos.
Ni tan sin sangre las venas,
Que consientan tal agravio.
¿El frances há por ventura,
Esta tierra conquistado?
¿Victoria sin sangre quiere?
No, mientras tengamos manos.
Podrá decir de leoneses,
Que murieron peleando;
Pero no que se rindieron,
Que son al fin castellanos.
Si á la potencia romana
Catorce años conquistaron
Los valientes numantinos
Con tan sangrientos estragos,
¿Por qué un reino. y de leones,
Que en sangre tibia bañaron
Sus encarnizadas uñas,
Escuchan médios tan bajos:?
Déles el rey sus haberes,
Mas no les dé sus vasallos;
Que en someter voluntades
No tienen los reyes mando.
Con esto Bernardo ordena
Sus escuadrones bizarros,
A quien desde una ventana
Mira Don Alfonso el Casto.

Derrotados los franceses en la jornada de Roncesvalles, y reconocido como héroe del campo el vencedor de Roldan, el caballero sin tacha reclamó Bernardo la devolucion de su padre; pero Alfonso II, exento ya del peligro, se creyó en el caso de faltar á lo prometido con lo cual, irritado justamente el mancebo, se retira seguido de sus gentes de armas á la fortaleza del Carpio, de que era alcaide, para declararse en abierta rebeldía. Solo la popular¡dad de Bernardo y el cariño que el pueblo lo manifestó en aquel trance obligaron á un acomodamiento estipulándose la entrega del castillo á los soldados del Rey y la libertad del Conde de Saldaña: al siguiente dia, cuando ¡mpaciente por recibirle, se abalanza en medio de los caballeros que traen al preso, ya libre, y besa la mano del autor de sus dias, la encuentra helada como el mármol ¡Lo habian muerto!

Bernardo del Carpio desapareció, una vez enterrado su padre, sin que nadie supiera por entonces su paradero. Veinte años más tarde, se celebraba en el convento de Canses el oficio de difuntos -en sufragio de la infortunada Jimena, y un hombre cubierto con un tosco sayal rezaba escondido en lo más oculto, del templo, derramando abundantes lágrimas: era Bernardo que venia á llorar la muerte de su madre. Huérfano ya, concluyó sus dias en solitario retiro, dejando á la musa popular el cuidado de perpetuar sus desventuras en ese lenguaje sencillo, candoroso y poético con que lo hace nuestro Romancero español.

 

 

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