EMIGRANTES DE HINOJOSA:

(UN RECUERDO DESDE (LA) ARGENTINA)

Por Marcela Paludi, desde Argentina

 

      La historia de mi familia materna está íntimamente ligada a Hinojosa de Duero: ¡Allí nació la familia!
Hace pocos días, después de dejar mi saludo en el libro de firmas de la página, recibí con enorme sorpresa la invitación de José Vicente para contar algo de nuestra historia. La idea me encantó y me llena de emoción, de modo que… ¡Manos a la obra!
Mis abuelos maternos nacieron en Hinojosa: Francisco Benito Oliva (conocido allá como “Corralito”) y Francisca Bartol Sánchez, ( Mi abuela Quica!, la única de mis cuatro abuelos que tuve la dicha de conocer).
En 1929 emigraron hacia Argentina. Llegaron el 12 de octubre junto a los 4 hijos que habían nacido en el pueblo: Manuel (Manolo) de 9 años, Josefa (Pepa) de 7, Agustina de 5, y Ángeles, la “pequeña”, de sólo 3 años: mi mamá.
Se radicaron en Buenos Aires, y aquí nacieron: María, Francisco y Elsa.
 
      Con los años los 7 hijos se casaron, y formaron sus propias familias: 20 nietos del matrimonio que en el ´29 dejó España.
Hijos y nietos crecimos con los recuerdos entrañables del pueblo. Mis abuelos jamás lo olvidaron, y extrañaban. Nunca pudieron volver.
El primer tiempo en la Argentina fue muy duro. Entiendo que la realidad del país no respondía totalmente a las ilusiones con las que llegaban los inmigrantes. La gran mayoría de ellos –como mis abuelos- hicieron enormes esfuerzos trabajando. Hoy nos conmueve profundamente pensar en las condiciones en que llegaban, después de ese viaje tan largo, incómodos, agotados, con niños pequeños. Por cierto, en ese momento, su casa en el pueblo era mucho más linda que algunos sitios donde tuvieron que vivir aquí. Pero salieron adelante: ¡Qué admirable! ¡Cuánto agradecimiento sentimos por ellos y su empeño!
 
      Los dos hijos mayores (mis tíos Manolo y Pepa), eran grandecitos cuando se fueron de Hinojosa. Nunca volvieron (¡hasta ahora!), pero con una memoria prodigiosa contribuyeron a hacernos conocer cómo era la vida en el pueblo: las casas, el solejar, la ermita, la escuela, el Monumento a Cristo Rey (que, como ellos recuerdan,  para la fecha de la partida aún no estaba terminado), el brasero, el hornazo!, en fin: ¡Todo con detalles!
 
      El primero que viajó a España fue mi tío Francisco, y conoció a parte de la familia.
      En 1977 mi mamá pudo viajar y entonces conoció a dos primos-hermanos: Carmen y Ricardo Oliva.  Carmen radicada con su familia en Madrid, y Ricardo –lamentablemente ya fallecido-, junto a los suyos en Bilbao. Ambos con hijos y nietos.  Desde ese momento nunca se cortó el vínculo. Gracias a Dios hubo otros viajes a España posteriormente. En la actualidad nos escribimos o nos hablamos por teléfono bastante seguido. Yo siento un cariño muy especial por todos, y un profundo agradecimiento por tantas vivencias compartidas: desde albergarnos en sus casas, hasta innumerables atenciones que jamás voy a olvidar. (Pero me falta ir a Bilbao!). Todos siguen ligados al pueblo. La hija mayor de Ricardo, Isabel, tiene una casa en Hinojosa, y a menudo van para allá.
 
      Quisiera referirme a la primera visita de mi madre a Hinojosa en 1977. ¡Fue como un milagro! No sólo encontró todos los lugares de los que tanto le habían hablado sus padres y sus hermanos, sino, que todos la recibieron con un gran amor. Ya que la mayoría de los conocidos de mis abuelos –aunque ya mayores- se acordaban perfectamente de ellos. Pudo compartir recuerdos y llevar noticias entre innumerables invitaciones, cosas ricas y licorcitos! Fue una de las vivencias más emocionantes de su vida.
      Para ese entonces mi abuelo ya había fallecido, pero para la abuela Quica fue una enorme emoción:  Saber que así como ella recordaba todo su mundo de afectos en el pueblo, allí nadie los había olvidado.
      Aproximadamente 4 meses después mi abuela falleció. Es una pena enorme pensar que nunca pudo volver, pero doy gracias a Dios de que por lo menos haya tenido esa alegría.  Junto a ella se colocó un frasquito con tierra de su querida Hinojosa.
      Mis padres regresaron a España más de una vez, y mamá tuvo la oportunidad de volver al pueblo. ¡Siempre es una fiesta volver!, pero en su segunda visita ya no vivían muchos de los conocidos de mis abuelos. Tuvo igual una gran sorpresa: Llegó para la Fiesta de Corpus Christi, y un hermoso altar se había levantado en la puerta de la última casa que ocupó la familia en 1929.

Pulsa en la imagen para verla ampliada
Mamá en la casa- 1987

Pulsa en la imagen para verla ampliada
La casa en 1992


       Yo conocí Hinojosa en 1992. Es casi indescriptible la emoción que produce. Caminar por las calles, pisar lugares por los que han caminado nuestros padres, nuestros tíos, los abuelos!; subir hasta la ermita y ver la imagen del Santo Cristo, es una mezcla de sensaciones con algo muy particular: Me sentía cómoda, como si también fuera un poco mi lugar.
¡Me encantó!!! Y deseo fervientemente poder volver. ¡Ojalá! Y Dios quiera que pueda estar en alguna de las fiestas que se celebran, es lo que más me gustaría.
       Me llevaron una de las hijas de Carmen –desde Madrid- y su esposo: Isabel y Juanito, a quienes siempre estaré agradecida.
Visitamos a Ester y su esposo Antonio: ¡Encantadores!, y tan generosos. Me hicieron conocer cómo se elaboraban las obleas del pueblo, que son exquisitas, y que viajaron para Buenos Aires!
       Estuvimos también con la señora que cosía el traje típico salmantino, que es fantástico… ¡Qué ilusión poder llevarlo algún día!
 
 

Hinojosa 1992

 
      Algunos años después viajó mi prima Gabriela, hija de Elsa. Y en 2005 estuvo junto a su marido mi prima Adriana, la hija mayor de Manolo. Ella, y su hermana Lilia,  crecieron escuchando a su propio padre hablar de Hinojosa, y se que la visita fue muy, muy emocionante. Y todo un acontecimiento: La recibieron con muchísimo afecto, y ¡Hasta le abrieron la ermita!

 
      Yo tengo un hermano, Gustavo, y mi mamá está muy bien, gracias a Dios. Mi querido papá falleció en 2002. Crecimos muy cerca de mi “gran familia materna”, que fue y sigue siendo muy unida. Siempre estamos en contacto unos con otros, y entre los primos somos muy amigos. La mayoría de ellos ya se han casado, de modo que hay una nueva generación del matrimonio Benito-Bartol.
      Cuando se cumplieron los 70 años de la llegada a Buenos Aires –octubre de 1999-, hicimos una fiesta, y estuvimos casi todos: ¡Éramos muchos! Fue precioso y muy emotivo.


Manolo haciendo el brindis

 


Pastel de aniversario

 

Celebramos con nostalgia y alegría, el comienzo de una nueva vida
en esta querida tierra Argentina, el día 12 de Octubre de 1929.

Familia Benito Bartol  

 

Portada e interior del souvenir de la celebración

 

ALGUNAS FOTOS FAMILIARES:


Pepa, su hijo Gustavo y familia


 Lilia, mi hermano Gustavo, Teresa,
Gustavo, Paolí, Ana Belén y Martín
 

 


Noviembre 2006: “Mi cumple”: Las nietas menores de Pepa, Paolí y Anita, la nieta de Elsa, Francisca, y Martín, el menor de los nietos de Manolo

Mamá y mi hermano Gustavo

 


Noviembre 2006

Mamá y mi prima Lilia

   

      En esta gran familia algunos ya no están entre nosotros. Todos ellos iluminaron con su presencia nuestras vidas. Deseo nombrar a las dos hermanas de mi madre: Agustina y María. Y a los que partieron demasiado pronto: mis queridos primos Susana, Alberto y Horacio.
 
      El propósito de este relato fue dejar un recuerdo de emigrantes en la página de Hinojosa, y contar cómo desde tan lejos, -y después de tanto tiempo-,  aún seguimos ligados a esa tierra. Me ha quedado un poco largo: Vaya como homenaje a mis abuelos, y a mi adorada familia.