Un sinfín de paisajes y de bienes culturales casi desconocidos o abandonados, conforman un patrimonio de gran raigambre en las comarcas lejanas y fronterizas del occidente peninsular, De este acervo apenas sí tenemos conocimientos y testimonios que acrecienten nuestra educación y sensibilidad (con vestigios del pasado sin los cuales difícilmente podríamos entender las formas de adaptación al medio y de relación de las generaciones pasadas. Son la memoria del presento.
      Las secuelas del éxodo y del abandona, del ex polio y de la ruina se asoman por doquier y han quedado grabadas con desolación en la mayoría de nuestros pueblos y en la vida de sus gentes el puente caído, el molino derruido, los muros monásticos cubiertas de hiedra y maleza, lo ermita sin techumbre nos muestren aquí y allá años de incuria y de negligencia Junto a los bienes físicos arruinados cabe subrayar la pérdida de valores inmateriales que acompañaban a su uso y ocupación o aquellos otros que se derivaban del disfrute de la población Su estado, en un gran número de ejemplos, ha llegado a límites y a situaciones irreversibles para su conservación y protección, aunque ahora se intentan remediar estas males con la recuperación e incluso rehabilitación -no carente de riesgos- de este valioso patrimonio cultural El impulso y amparo de instituciones internacionales (Unesco) o las subvenciones procedentes de los fondos estructurales europeos (Feder, F.S.E.) o de iniciativas y programas específicos (Leader, Life, Interreg o el Terra más recientemente) han movilizado esfuerzos y entusiasmos nada desdeñables para la quiebra de las actitudes pesimistas o pasivas frente a la gestión y conservación del patrimonio cultural. Algunos ejemplos de intervención transfronteriza son ya muestras positivas y optimistas aunque la tarea que permanece sin hacer sea extensa y difícil. No han sido demasiado diligentes y entusiastas nuestras administraciones públicas en su defensa; quizá la falta de medíos,. la ausencia de ideas imaginativas y de criterios coherentes de actuación, o la propia magnitud del patrimonio (arqueológico, arquitectónico, etnográfico documental ... ) y de los problemas hayan contribuido a una falta de acción eficaz y continuada. Echamos de menos, además, una verdadera implicación y atención de todos los sectores sociales en la gestión del patrimonio, particularmente de las sociedades culturales o instituciones financieras o económicas, porque son los ciudadanos y el pueblo quienes deben sentir la necesidad de su presencia como algo fundamental en sus vidas y en su memoria colectiva.
      Los dibujos a plumilla de Marín García Agudo, originario de un pequeño pueblo a medio camino de la raya fronteriza y del corazón del Campo Charro (Bañobárez) levantan su voz silenciase y vigoroso a la vez contra el abandono y el olvido; los trazos cortos y firmes de sus plumas nos ofrecen una lectura atractiva de los paisajes rurales y fronterizas, a partir a veces de un sencillo esbozo de líneas que prolongan nuestra mirado hacía el exterior, el campo, o hacía el interior, el pueblo o la villa; en otros, el detalle de una puerta, de una ventana o de una garita nos sugieren las características y las funciones de la construcción o su armónica inserción en el conjunto edificado Tras los dibujos, muy personales y sugerentes, topamos con algunas huellas del que fue su primer maestro, el pintor salmantino Zacarías González y de su obra "Veinte Estampas Salmantinas"
     Marín García Agudo, maestro de profesión y rastreador de tesoros escondidos para sus lápices, estudió pintura y grabado en Barcelona dominando no sólo los especias técnicos y re representativos, sino aprendiendo a Transcender la imagen y el dibujo para damos así a conocer nuestra propia identidad El testimonio es a veces desgarrado, otras sencillamente didáctico y expresivo. La observación detenida de sus trabajos nos descubre múltiples lecciones; la adaptación al medio del hábitat rural a través de los elementos constructivas o de la textura de sus materiales, la definición de las formas ornamentales de una fachada con trazo apretado, el equilibrio de volúmenes, jugando estéticamente con los espacios vacios, la profundidad y diversidad del paisaje, prolongando con agilidad la perspectiva de puertas y ventanas el dominio de las luces y sombras, o el sentido vital y medioambiental del agua Una visión, por tanto, enriquecedora y reivindicativa para nuestra mirada y nuestra mente que nos reconcilia con el pasado y con las generaciones venideras.
Salamanca inédita
Valentín Cabero Diéguez, Universidad de Salamanca
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